Ocurrió hace años, y al contrario de otra mucha gente, mi adicción al mundo de la moda no fué algo en lo que me adentrase de manera progresiva y difusa. Casi podría decir la hora exacta y el lugar concreto. Fué por la tarde y en la tienda de Massimo Dutti que antes había en el centro.
Empezamos a llamarla «la guapadependienta», aunque más tarde supimos que su nombre era Bárbara. ¿O no?. Es posible que el nombre sea producto de una asociación de ideas de mi cabeza, pero diría que se llamaba así… Era increíble, y no por su destreza doblando las camisas. Amor a primera visa.
Total, que Pin y yo comenzamos a aficcionarnos a ir a Massimo Dutti una o dos veces por semana, y Bárbara debió apiadarse de nosotros y empezó a darnos conversación entre compra y compra. Es lo que tiene el ridículo, quieras o no, llama la atención. Así, los dias en que no había gente en la tienda, mientras uno de los dos se probaba ropa en el mostrador, el otro podía conversar con Bárbara tratando de no hacerla resbalar con las babas. Obviamente, a partir de un determinado tiempo, hubimos de pactar quién de metía al probador y quién se quedaba fuera. «Que va, ese no te queda muy bien, pruébate estos siete que te he traído», «Ah! no son de tu talla? no te preocupes, enseguida te las busco»
Llegó un momento en que nos peleábamos hasta por entrar el primero por la puerta para poder jugársela al otro. «Hola Bárbara! Pin quiere probarse ora vez pantalones!, yo creo que se los come eh?». Hasta que un día, que fuimos a comprar una corbata para la boda de la hermana de Pin, «la guapadependienta» había desaparecido… Tal fué el desencanto que ni compramos la corbata. Ese día en Massimo Dutti no hicieron tanta caja como el mes anterior, pero se contentaron con que no tuvieron que fregar esos misteriosos charcos que aparecían día si y día también en la tienda desde hacía un tiempo…
No volvió, y finalmente dejamos de esperarla. Un día en la discoteca de moda, cuando ya estabamos por irnos alguien me agarró del brazo y me dijo «Ésa camisa te la vendí yo». Allí estaban ella, sus ojazos azules, mis rios de babas, y su novio de 2 metros y cuarto, que me echó abajo las platónicas ilusiones, aunque le agradezco que me dejase en su sitio los dientes. Charlé con ella unos minutos y nos despedimos.
Nunca la volví a ver… La moda perdió todo su interés para nosotros… La tienda de Massimo Dutti cerró… Ahora compro en el mercata…
En cuanto he leido el titular he pensado «Va a hablar Massimo Dutti».
Ahora comprendo tu estrecha relación con Massimo Dutti…
Jajaja, eres genial contando historias. El único problema es que en el mercata no hay «Bárbaras» sino «Omaitas»…Pero también tienen su encanto ¿no?
Nen no hablamos de Massimo, de la calidad de las camisas, hablaremos otro dia 😉
¿Tu crees Anita? Para otro dia dejo una historia en el mercata con el Cuban, si él me deja contarla 😛 El mercata is different
Grandiosa, simplemente grandiosa me ha gustado muchismo la historia.
Gracias JoseM, pero me parece que te excedes :$. No obstante, muchísimas gracias por el halago 🙂
yo creo que no ibas a la tienda por la ropa, si no por la chica.
(viva mi capacidad mental)
Y yo creo, Mr. George Lies que a ti no te gusta la fotografía, te gusta Ana 😉
Somos unos lumbreras ambos dos 😛
xDDD Vaya dos mentirosos… 😛
que me ha encatao la historia, aunque no puedo negar que los vaqueros de Massimo Dutti le agrandan el culete a la que no tiene y a las que le sobra lo disimulan, jejeje… me encantan esos vaqueros !!!es mas siempre uso massimo dutti
Gracias Briss, y bienvenida 🙂 Es cierto, Massimo Dutti es un crack mundial!