«Buenas noches, que tal? cuánto tiempo…»
Saluda Luís, el dueño del restaurante El Patio, epítome de la gastronomía cordobesa, a buen precio, como debe ser, como suele ser en Córdoba.
«Con la comida no se juega, cobrar un salmorejo a dos mil pesetas -él sigue sin doblar la rodilla frente al euro- es una falta de respeto para esas criaturas que no tienen para comer»
Y eso que no le queda tan lejos. Después de cuarenta años, el negocio cada día da mas disgustos que alegrías, y un señor de sesenta años ya no está para empujar. Ha cerrado el local «nuevo». El del salón para sesenta comensales que fin de semana sí y fin de semana también se llenaba, y donde tantas veces tuve que conformarme con un rinconcito en la barra para tomar unas berenjenas fritas con El Tigre.
«Es que la gente no tiene… y abren bares nuevos, y a la gente le llama la curiosidad… Se fue el cocinero… Le ofrecieron trabajar en el mercado de la Victoria, en el sitio ese de los salmorejos, y claro… son otros negocios…»
Volver a casa y que te hayan cambiado todo. Los muebles, los libros, los cuadros, el salmorejo… Menos mal que antes o después por la puerta aparece una cara reconocible, una sonrisa amiga y un abrazo fuerte. «qué alegría verte…» unas cervezas en fila india y un alivio al darte cuenta de que sí, todo sigue igual, y sí… estas en casa…