Y de repente, confinados, las canciones que sonaban cuando íbamos a bailar, incluso las que no me gustaban, me ponen las manos como las de un playmobil, el cuerpo golfo y la melancolía a punto. Y me recuerdo hace años, meses incluso, derrumbado sobre una barra, con los ojos vidriosos y cansado, pero con una sonrisa en la cara por hacer de cada noche una anécdota, de cada amigo, una historia, y de cada chica, un mundo.