Solo hace falta dejar caer la tarde, desparramar la luz de la vieja lámpara por la habitación y hundirse en las canciones que escuchábamos camino del fin de semana, cuando el mundo empezaba a la vez que se encendían los neones y se cerraban los comercios, para activar esa infalible güija que te hace aparecer aquí, apenas perceptible por el rabillo del ojo, sonriendo…

En mi mundo no envejeces, fíjate. Quizás valga más, para las arrugas, alguien que te quiera, que un cubo de retinol, y siempre estas de buen humor.

¿Dónde ha ido toda esa gente que abarrotaba el Góngora? ¿Dónde escondiste mis ganas de vacilar? ¿Yo entraba en ese jersey? ¿Aquella chica…? ¿¡Se casó!?

Antes no sabía cómo traerte, cómo invocarte sin que fueses alguien que no reconocía, como si te hubiese conocido cuando ya casi se hacía de día, y un día sin más, no de esos que perduran flotando por sobre el alcohol y todas las circunstancias. La melancolía también se entrena…

Es la gente que nos gusta la que en algún momento nos rajará el corazón, porque todo libro tiene un final. Y al final… Solo quiero arder y arder.

2 thoughts on “Solo quiero arder y arder

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