Volver a empezar

De pequeño me encantaba jugar al Lego, tenía pocas piezas, porque mi madre decía que era un desastre y que con esas me bastaba para tenerlo todo lleno de chirimicos, que era para lo que servía el Lego según ella… Pero era genial… Cada día jugábamos a una cosa. Construíamos tanques y hacíamos guerras, cohetes y viajábamos al espacio… el espacio era la colcha de la cama de mi hermana que era azul con puntitos blancos… construíamos robots y teníamos sesión de Transformers…

Un dia junté todas las piezas e hice un castillo chulísimo. Enorme. Grotesco!. Sus torres, sus almenas, su patio armas, su torre del homenaje… Cuando lo acabé, me quedé mirándolo un rato y lo dejé en el suelo del cuarto. Pasaban los dias y allí seguía plantado el castillo, imponente… estático… Un dia mi hermana quería construir un barco y me cogió piezas del castillo (la muy cab…). Me enfadé muchísimo con ella porque tuve que desmontar el castillo entero, darle piezas y volver a construir. (Sí, mamá no entendía el Lego, pero sí entendía que para que la enana no berrease, había que darle las piezas que ella quisiera). Hasta ese momento no me dí cuenta de que llevaba una semana sin jugar a Lego por no desmontar el puto castillo, y que me lo estaba pasando genial construyéndolo de nuevo…

Que te desmoronen las cosas jode, pero si lo pasaste bien en su momento, volverás a disfrutar montándolas. A veces creémos que no seremos capaces de hacerlo igual de bien. Igual seguro que no, pero si hay interés, bien seguro que sí sale. No hay que dejar que el desánimo nos deje en un punto y aparte clavados. Hay que saltar al párrafo siguiente. Esas torres eran formidables, pero luego me hice un yate que flipas, y me llevé a los playmobil a ibiza de juerga.

Ánimo tigre!.