Dame un minuto…

Dame un minuto… – dijo. Y salió por la puerta dejándola entreabierta…

Y dos. Y siete. Y la vida entera. Y las llaves del coche, lo que haya en la nevera, mis mejores años, mis domingos de sofá, el último trozo de postre, los buenos días nada más despertar…

Y la opción de salir huyendo, de no volver a saber de mi jamás, de no tener un mensaje mío de madrugada ni que nadie te diga que pregunté por ti.

Lo único que nunca voy a darte… es igual.

Luz

Bajó la mirada al suelo… Sonrió… Y apagó las farolas de diez manzanas a la redonda

Nadie lo sabe…

…solo nosotros, que somos unos fieras comiéndonos.

Soy de donde me llaman

Tus piernas desnudas escapándose de un jersey, desparramándose por el sofá. No quiero más patrias ni banderas.

Tierra, sol y cervezas

Fragancia de azahar desparramándose desde la plaza de Jerónimo Páez. Rumores de amigos bebiendo gintonics en una terraza. Sonidos de golondrinas acostándose un Martes por la tarde. La torre de la mezquita dorándose al caer el sol contra el azul del cielo cada vez más oscuro. El cambio de hora como anticipo de días largos de verano. Un jersey en la mano toda la noche. Una mirada furtiva. Córdoba rezumando primavera, se enrosca en los recuerdos y te tortura cuando se acerca la semana santa y caes en la cuenta de que otro año la echarás de menos.