Un beso
De repente llegó la pandemia, las reclusiones, las distancias, los teechodemenos cruzando el mapa vía satélite. Los sofás se hicieron más grandes, las mantas sobraron, las películas se visionaron de principio a fin, sin motivo para abandonarlas… No hubo botones que coser a las camisas, ni braguitas que zurcir, se arruinaron los que vendían condones, se forró el señor satisfier…
Cotizaron los besos al doble que un bitcoin, y nos dimos cuenta que no sirven los que venden online.