Madrugadas
Se me rinden las rodillas a las proposiciones indecentes. No nací para olvidarte.
Se me rinden las rodillas a las proposiciones indecentes. No nací para olvidarte.
Hoy no vas a morir. Pero si no te lo propones, quizás tampoco vas a vivir.
Muerde, besa, azota. Sácale un pellizco al día de donde menos se diría. Mira a alguien de esa forma que tú sabes que mata un poco. Provoca.
Pídete una caña más. Rebaña. Vacila. Sóbrate.
No dejes el de la vergüenza, no pidas perdón, hoy nadie lo espera. No duermas la siesta. No esperes la noche. Alza la voz. Más de falda que de pantalón.
Haz de hoy todo lo que ayer debió ser. Cuéntamelo.
¿Quién soy en tu cabeza, en tus recuerdos?. ¿Quién seré yo para ti cuando hables a los demás de mí?. ¿Me quitarás peso?. ¿Seré ya menos de lo que fui?. ¿Dirás que fui menos de lo que fui en realidad? .¿Aún vencerá el rencor?. ¿Me añorarás?. ¿Seré uno de cien?, ¿seré uno de diez?, ¿seré el único en algo?. ¿Lo reconocerás ante los demás?, ¿lo reconocerás ante ti?. ¿Conseguirás que otros me envidien como yo les envidiaba cuando me hablabas de los demás… cuando me hablabas de él…?. ¿Seré yo el listón que superar para alguien?, ¿el reto de hacerte olvidar?… ¿Lo harías…?. ¿Lo harás…?
Y un día ella deja de reír… De mirar a tu boca, pasó a los ojos, y al tiempo, al suelo, o a la pantalla del móvil. Se le volvieron perezosos los dedos, y ya no sabe desatar tu cinturón, y cada vez más conversaciones empiezan con melancolías y «teacuerdas».
Y te preguntas dónde se descolgó, cuando perdiste su luz, cuando dejaste de ser lo que ella quería mirar por las mañanas.
Llévala donde tenga frío, llévala donde huela a tierra. Enséñale atardeceres, llena su copa de vino, prueba su plato, muerde sus botones. Jamás dejes de ser una posibilidad en su vida más que una certeza. Y nunca, nunca, nunca, dejes la tapa del váter levantada.
Estaba más guapa que nunca, desde que lo dejamos, hacía ya quince o veinte minutos…