Me decía «sabes…?»
…y me anticipaba enigmas, aventuras, descubrimientos… y se volvía la viagra de mi imaginación…
…y me anticipaba enigmas, aventuras, descubrimientos… y se volvía la viagra de mi imaginación…
…desde que te vi y la cabeza se me inundó de cosas que querría morderte y no de cosas que contarte…
No, no podemos ser amigos
– Es que estoy harto… ¿Qué esperas…? ¿Qué quieres de mi…? – ¿Y tú? ¿Qué quieres tú de…- ¿Yo? Yo tus tetas, te lo he dicho muchas veces… – ¿Sólo eso? qué bonito… (…) – Me parecía un buen lugar por donde empezar… Algo en ti que era mío, que los demás querían y donde sólo yo podía decidir… Territorio seguro desde donde seguir conquistando… La parte de ti que responde a mis estímulos pero no me juzga, no me trata con desdén, no me lanza puyas, la que no me pone condiciones, fácil, simple, como estar «en casa», pero no esa donde no sabes si poner encimera de silestone o suelo de parquet, donde a veces hay un grifo que gotea y tienes que llamar para que lo arreglen, no dónde se acaba la leche y tienes que ir a comprar más… Nono. «En casa» como cuando jugábamos en el patio, llegabas perseguido a la fuente y decías «Casa!» y respirabas aliviado, gastando aire a bocanadas, disfrutando la impotencia de tu perseguidor, desde donde planeabas tu próxima aventura.
No quería la luna, no quería fidelidad, no quería que me presentases en sociedad, ni que me alimentases… Quería un poco de ti donde gobernar.
Conseguímos el respeto en la época de las gorras con la visera hacia atrás y las camisas de cuadros kingsize… ¿qué no somos capaces de hacer, Ós?
Ánimo, la suerte no la necesitas.