Sube de precio

Me van a perdonar, pero yo, que una vez inventé una frase que hizo reír a una cordobesa, no me veo poniendo una piña boca abajo en el fondo del carrito de la compra.

La seducción implica misterio. Riesgo. Dudas e indecisión. La chica que yo admiro no me quiere con cartel de oferta y un precio rebajado.

Una conquista implica unas copas, poca luz, gente que desaparece al paso de sus ojos y la música que ponían en el Góngora al matar la noche.

“Tengo una idea para que aún no sea domingo…”

Cada vez simplificamos más nuestro mundo, nuestras relaciones, nuestras interacciones. Dentro de poco será una quimera que al reclamarle a tu niña una explicación te responda “es complicado”.

Sencillo tiene que ser poner la lavadora, enfriar seis cervezas o cambiar la contraseña del wifi por el nombre del chico que conociste el Viernes. Sencillo, desabrochar un sujetador, hacer un salmorejo decente, conseguir cita en la peluquería.

Pero no arrancar una sonrisa, o ganar un beso. Los cordobeses siempre lo hemos sabido. A la chica de tus sueños no se llega por caminos rectos: Un día te mata, al siguiente te hace rico. No siempre cuesta arriba, pero casi nunca cuesta abajo. Nadie deja una comida para ver las etapas llanas del Tour.

Deja la piña. Compra ron. Arrojo! Que un día nos atrevimos e hicimos gol.

Luciérnagas

El nombre de Isla Canela siempre me recordará las marcas de tu bikini, el sabor del verano. Ya no puedo imaginarte de otra forma que luciendo en las noches de estío, como el sonido de los hielos en un vaso, el olor de los espetos o el sabor del primer sorbo del gazpacho.

Me pregunto si las secuelas del covid son como no tenerte cerca estrenando bañador. Como la manía de quitarle color a las fotos o comprar esos tomates cherry que quedan tan bonitos en la ensalada pero no saben a nada. Como las piscinas donde prohiben a los niños jugar. Como los bares que no atienden en terraza y las cervezas sin alcohol.

El verano es tiempo de sal. De aliñar la vida y ponerle sabor a todo, porque llegará Septiembre y nos tendremos que abrigar, y abrazar con alguien con la esperanza de disfrutar de alguna manera el año hasta que vuelva a hacer calor. Hasta que se te vuelva a marcar el cordón del bikini, y mis manos puedan volver a andar debajo de tu vestido.

Luces en verano como si estuvieses a punto de hacer botellón. Como si nunca te hicieses mayor.

Público

Un brindis por todas aquellas cosas que nunca le contamos a nadie. Fuimos nuestro mejor público.

Solo quiero arder y arder

Solo hace falta dejar caer la tarde, desparramar la luz de la vieja lámpara por la habitación y hundirse en las canciones que escuchábamos camino del fin de semana, cuando el mundo empezaba a la vez que se encendían los neones y se cerraban los comercios, para activar esa infalible güija que te hace aparecer aquí, apenas perceptible por el rabillo del ojo, sonriendo…

En mi mundo no envejeces, fíjate. Quizás valga más, para las arrugas, alguien que te quiera, que un cubo de retinol, y siempre estas de buen humor.

¿Dónde ha ido toda esa gente que abarrotaba el Góngora? ¿Dónde escondiste mis ganas de vacilar? ¿Yo entraba en ese jersey? ¿Aquella chica…? ¿¡Se casó!?

Antes no sabía cómo traerte, cómo invocarte sin que fueses alguien que no reconocía, como si te hubiese conocido cuando ya casi se hacía de día, y un día sin más, no de esos que perduran flotando por sobre el alcohol y todas las circunstancias. La melancolía también se entrena…

Es la gente que nos gusta la que en algún momento nos rajará el corazón, porque todo libro tiene un final. Y al final… Solo quiero arder y arder.

Te quiero

Lo sé. Yo también te quiero.

Para ver si has dejado de querer ocultármelo.