Por la mirilla
Tú, que todas las historias que te imagino empiezan con botones arrancados, llamando a mi puerta como si no supiésemos ambos que has traído la llave que te dejé…
Tú, que todas las historias que te imagino empiezan con botones arrancados, llamando a mi puerta como si no supiésemos ambos que has traído la llave que te dejé…
Constelaciones sobre su piel, cubiertas de un cielo de sábanas arrugadas, a la luz del amanecer de un veranillo de San Miguel que se mostró en todo su esplendor entre rumores de perezosos despertares matutinos…
-Llueve…?
-Como va a llover si se ven las estrellas?
Amigo como definición de la resiliencia. Amigo como unidad de medida de copas, de historias, de risas. Amigo como capacidad de aguante, como animal de carga. Amigo como concepto de límite. Amigo como prohibición de deseos secretos. Amigo como ausencia de espectativas, Amigo como cheque en blanco…
Tronco voy a estar por Graná… -de puta madre-
Que no soy de parejas haciendo la compra juntos, que no me gusta la gente educada, que a mi lo que me conquista son llamadas de madrugada cuando estás borracha…
«Buenas noches, que tal? cuánto tiempo…»
Saluda Luís, el dueño del restaurante El Patio, epítome de la gastronomía cordobesa, a buen precio, como debe ser, como suele ser en Córdoba.
«Con la comida no se juega, cobrar un salmorejo a dos mil pesetas -él sigue sin doblar la rodilla frente al euro- es una falta de respeto para esas criaturas que no tienen para comer»
Y eso que no le queda tan lejos. Después de cuarenta años, el negocio cada día da mas disgustos que alegrías, y un señor de sesenta años ya no está para empujar. Ha cerrado el local «nuevo». El del salón para sesenta comensales que fin de semana sí y fin de semana también se llenaba, y donde tantas veces tuve que conformarme con un rinconcito en la barra para tomar unas berenjenas fritas con El Tigre.
«Es que la gente no tiene… y abren bares nuevos, y a la gente le llama la curiosidad… Se fue el cocinero… Le ofrecieron trabajar en el mercado de la Victoria, en el sitio ese de los salmorejos, y claro… son otros negocios…»
Volver a casa y que te hayan cambiado todo. Los muebles, los libros, los cuadros, el salmorejo… Menos mal que antes o después por la puerta aparece una cara reconocible, una sonrisa amiga y un abrazo fuerte. «qué alegría verte…» unas cervezas en fila india y un alivio al darte cuenta de que sí, todo sigue igual, y sí… estas en casa…