Domingos

Amaneció con una lejana melodía… fuera hacía frío, y era Domingo. Odio los Domingos porque el mundo se acaba. El fin de semana, los planes, todo el universo que arranca un Viernes por la tarde, un coche y una carretera por recorrer, se acaba el Domingo.

Ella habló bajito desde debajo de la manta, y le sonreían los ojos aún a medio vaciar de sueño…

-Buenos días…- dijo. Y pareció que para ella el Domingo no se acababa el mundo.
-Es la misa…-
-cómo…?-
-La música… Es la misa… El vecino ha puesto la misa en la tele…-

Se rió. Y convenimos pecar mientras el alma del vecino se hacía más pura y reclamaba nuestra parcela en el cielo… Y el fin del mundo se volvió dulce gracias a ella.

*M. ha comido hoy merluza con pimientos.
*M. está escuchando la tele de fondo, pero no suena la Santa Misa…
*M. sueña con litros y litros de ginebra.

Escribe!

…dice.

Y se me vuelve todo una frustración, una impotencia, de no encontrar en los dedos la profundidad con que recuerdo sus historias.

Que estés en algún lugar

El perejil de todas las salsas, la salsa de todos los botes del frigorífico, se cansó de no conocer las mañanas, de vaciar cajas de ibuprofeno, se cansó de susurrar en rincones oscuros y buscar los gayumbos sigilosamente por los suelos de pisos compartidos…

Venció la rabia y se quedó la melancolía, conoció los días de diario, añoró el otoño durante nueve meses al año y aprendió a callar tan bien que le empezó a parecer ridículo hablar y divertido escuchar.

Se le hizo un mundo olvidarle poco a poco, se le gastó el corazón y le creció el vacío del estómago, como si adentro le devorasen los días que dejaba pasar, como el agua hace colapsar los hoyos que hacía en la playa en verano, siempre más ancho, lentamente, casi a escondidas.

Y llegó un día en que no reconoció a nadie a su alrededor. Todo había cambiado. sus amigos ya no eran sus amigos. No vivía en el mismo lugar, no frecuentaba los mismos sitios, no comía lo mismo, ni hablaba igual, ni quería las mismas cosas que recordaba desear en algún momento hondamente.

Quizás no desaparezcamos -se dijo-, y vivamos siempre en una contínua reencarnación.

Crisis

No se si ya tengo cuarenta y dos, o aún tengo cuarenta y dos.

Solo

Sólo bajo la tormenta se descubre quien es refugio.