Siempre que conoces a alguien existe esa pequeña dosis de nerviosismo que convierte el momento en algo mínimamente delicado. Minimamente digo, ojo, pero delicado. Complicado. Que no es llegar y besar el santo, o la santa, por muy buena que sea la chica, vamos. ¿Por que? Pues siempre está el contexto.

Lo habitual, a la hora de saludar, es dar un apretón de manos a los hombres y dos besos, uno por mejilla, a las féminas. Sin embargo hay circunstancias, como las relaciones laborales, en que lo correcto es dar un apretón de manos independientemente del sexo del saludado, o simplemente saludar. Es lo correcto pero siempre puede llevarte a la confusión. A arriesgar la pata.

Luego está también el contexto cultural. En una nación cada vez más multicultural como la nuestra encontramos personas de todo el mundo que no acostumbran a dar dos besos sino sólo uno, o a dar tres. Ya si alguien os da mas de tres, es sobeteo, y eso es independiente de la cultura y la nacionalidad. Eso depende de las hormonas y punto.

Claro, si te encuentras con la bellísima mujer de Alfredo, Yadira, cubana como su marido y te abalanzas sobre ella para darle dos besos, el primero lo encaja con gusto, pero olvidando el segundo, te hace a ti hincarte de morros, con el labio torcido, sobre el vacío mas absoluto, como Mijatovic en su época piscinera, de modo que te dan ganas de girarte, levantar las manos y gritar: «penalty clarísimoo!!»

Luego está el asunto del colegueo. Conocida es la capacidad de los tios de llevarnos bien. Son cinco cubatas y ya tienes abrazado a un tio que no conoces mas que de un rato y le estas babeando la oreja con un «tronco eres mi mejor amigo, tu si que me entiendes». Maestros somos en el arte de las relaciones humanas a través del culo de un vaso de tubo. Claro, la primera vez que ves al tipo, cuando te lo presentan, te da la mano de manera ortodoxa, es decir: pulgar hacia arriba y resto de dedos hacia abajo, leve apretón (de manos, se entiende), quizás un meneíto de arriba abajo (de maaaanooooos coooño!) y listo. Al dia siguiente, con la resaca palpitándote en las sienes, el tio ya es colega y te da la mano de colega, esto es: pulgar hacia atrás, dedos hacia arriba y movimiento como si fuese un pulso que te van a dejar ganar, pero no, pero sí, pero no, pero sí… Acompañado siempre de la frase: «Que pasaaa eMeee»

El problema es que igual tu no consideras aún al tio este «colega», o simplemente te afecta peor el alcohol y no te acuerdas de haberlo visto en tu vida. Entonces tu vas a darle la mano al estilo ortodoxo mientras él lleva en mente dartela al estilo colega. En el momento cumbre de la unión, la mano no encaja. Te percatas. Echas el pulgar atrás cambiando rápidamente a modo colega con tan mala fortuna que él cambia a su vez a modo ortodoxo y sigue sin encajar. En ese momento estáis liando una con las manos que parecéis dos raperos del bronx haciendo el saludo ritual de su banda. Hasta que acabas agarrádole con las dos manos esa criatura con vida propia que tiene al final del brazo, soltándote, y dándole un golpecito en el hombro mientras dices… «hey». Todo un saludo quetecagas. Julio Iglesias lo aprobaría.

Y bueno aún puede ser peor. Si te han presentado a tres chicas, un segundo después ya no recuerdas el nombre de ninguna de ellas. (estarías mirándole las havaianas, fijo.). O te puedes encontrar con el tipo ese de la superborrachera del otro dia y mientras él dice «que pasaaa eMeee?» tu estas diciendo: «Hola! me llamo eMe, que tal…?«

Habrá que hablar de esos otros casos otro dia…