Te llamaré Viernes en Córdoba

Eras como el Viernes. Como llegar a la orilla después de nadar hasta que duelen los hombros. Como respirar después de que casi te estallen los pulmones debajo del agua. Eras una cerveza fría después de cruzar el bulevar en verano, el salmorejo de La Bodega tras seis semanas viviendo en Madrid. Eras el olor a madera y vino en Taberna Salinas y el fresco de la entrada de Bodega Guzmán. El primer gintonic de Ropero, antes de comer con los amigos, con su Gin Mare y su ramita de romero fresco.

Sonabas a los toneles que van colocando en la calle cuando están montando las Cruces de Mayo, al saludo de los amigos que te pillan desprevenido y a la risa de quien sabe reir ante el buen ingenio.

Olías a plaza recién regada, a albero fresco, a la hierba de verano por la mañana, y no se te secaba el sol de la cara. Saltaban los abriles en el repiqueteo de tus tacones, y cuando se nos iba el día, se volvía Junio la noche y nos sobraba la ropa y nos abrazaba el mar.

«Traté de hacerle comprender el nombre que le había puesto, que era el de Viernes, por ser ése el día de la semana en que le salvé la vida»

Lecciones de la prisa


Al final, en las cosas que de verdad valen la pena, el premio gordo, se lo lleva el último.

Flashback

Cada vez tengo más claro que, si inventan la maquina de viajar en el tiempo, se activa con un abrazo.