Me van a perdonar, pero yo, que una vez inventé una frase que hizo reír a una cordobesa, no me veo poniendo una piña boca abajo en el fondo del carrito de la compra.
La seducción implica misterio. Riesgo. Dudas e indecisión. La chica que yo admiro no me quiere con cartel de oferta y un precio rebajado.
Una conquista implica unas copas, poca luz, gente que desaparece al paso de sus ojos y la música que ponían en el Góngora al matar la noche.
“Tengo una idea para que aún no sea domingo…”
Cada vez simplificamos más nuestro mundo, nuestras relaciones, nuestras interacciones. Dentro de poco será una quimera que al reclamarle a tu niña una explicación te responda “es complicado”.
Sencillo tiene que ser poner la lavadora, enfriar seis cervezas o cambiar la contraseña del wifi por el nombre del chico que conociste el Viernes. Sencillo, desabrochar un sujetador, hacer un salmorejo decente, conseguir cita en la peluquería.
Pero no arrancar una sonrisa, o ganar un beso. Los cordobeses siempre lo hemos sabido. A la chica de tus sueños no se llega por caminos rectos: Un día te mata, al siguiente te hace rico. No siempre cuesta arriba, pero casi nunca cuesta abajo. Nadie deja una comida para ver las etapas llanas del Tour.
Deja la piña. Compra ron. Arrojo! Que un día nos atrevimos e hicimos gol.