Alguien debería pararlo

Se disculpó y se levantó lentamente, la mirada clavada en ella. No podía ser, después de tanto tiempo. No podía ser, con ese color de pelo, con ese corte, con ese mismo brillar.

Se despiden en el semáforo. Tres, cuatro veces. Sonríen cada vez que se vuelve a cerrar… y allí siguen. Sin moverse. Sin hablar. Esperando que algo pase. La chispa que se avecina, el derrumbe de besos, los jadeos, los mordiscos, los lunares reencontrados. Los sudores, los humores, los olores y los sabores añorados. Un desorden de ropa arrojada, de piernas y sábanas. Las luces de la tarde de un sábado imprevisto descuidando unos puntos suspensivos. Una pregunta que no es pregunta.

Todavía queda algo entre nosotros…

Decreciendo

Fuimos leyendas del bar que nunca estuvo de moda, fuimos los dioses de las esquinas de las iglesias por donde nadie pasaba. Nudos de hilos sueltos, mensajes sin leer en el móvil, transportistas de apuntes, fuimos una hora más tarde de la permitida, copas pagadas con restos del bolsillo.

La humildad nos la da la distancia.

Manos en los bolsillos

«He descubierto una canción», «me sobra una entrada», «faltabas tú», «¿irás?» y cien formas de no decirte que me tienes hasta las trancas.

Gusiluz

Agítame un rato cuando veas que se me gastan las pasiones, que me vuelva la vida como a las linternas de pilas viejas, que en estos tiempos a veces se nos olvida que, a lo que hemos venido, es a dar luz.

«Me mato por mi equipo y por su pelo»

Viaje al pasado

Llovía olor de azahar, sonaba el gorgoteo de las fuentes en las plazas, subía el fresco de la ribera y todo enmudecía cada vez que sonreías.

Bullía la noche el día que volví a besarte por primera vez.