A tope con la autoayuda
Mi ratito de mindfullness de los Domingos por la mañana, o como siempre le hemos llamado: la resaca de antes del vermú
Mi ratito de mindfullness de los Domingos por la mañana, o como siempre le hemos llamado: la resaca de antes del vermú
Tigre estira las piernas y se reclina en la silla de aluminio. Mira el reloj, y luego al sol, que es pura naranja sanguina. Apoya las manos en los reposabrazos y contiene el aliento.
«Bah!» – dice, y abandona las manos de nuevo sobre las rodillas. Busca al camarero y le hace con los dedos el signo de la victoria. «Dos más».
Sonrío, porque nunca nos fuimos. Nosotros no. Nos echaron, o cambiamos de iglesia, pero nunca nos fuimos. Siempre quedó para una más.
Nos condenamos al conocernos.
eMe hoy ha comido renuncias.
eMe está escuchando una cama crujir.
Empecé a escribir mienteMe con el dolor de una pérdida. Lo alimenté de ellas y lo regué de todo el crapulismo que logré encontrar. Disfruté el malditismo, y ,de camino, encontré a los mejores compañeros para llenar historias que contar. Se me ha gastado el color del pelo, se me ha secado el estómago y echo de menos a más gente que la que espero conocer.
No tengo ganas de escribir. Hace mucho ya.
Dejaré que mienteMe descanse tranquilo. No lo envejeceré más a fuerza de melancolías, obligaciones y escritos apresurados sin fondo ni largura. Se cierra un círculo, con otra pérdida escociendo en el pecho, en Córdoba, donde todo sabe un poco más, dieciséis años después.
Gracias a todos. A los conocidos y a los desconocidos. Y a los conocidos que no consigo identificar. Éste fue un lugar de mentirijillas, de disfraces, de verdades a medias, historias inventadas, personajes irreales, pegos y promesas que jamás pensamos cumplir.
Suerte. Y vida.
Perdida ya toda voluntad, rendida de por vida a sus ojos verdes, maldijo la noche en que sometió a sonrisa la decisión de volver a verla, dándose cuenta del segundo preciso en que grapó el destino de sus mejores días a su sinuosa sombra, para vagar a ras del suelo que ella acababa de pisar, besando el vacío que acabase de dejar.
…y aún fue feliz.
Como un reguero que surge de una roca y que acaba alimentando un mar de añoranzas.